El origen de muchos de los ingredientes presentes en nuestros alimentos, cosméticos, medicinas e incluso en objetos como las encimeras de cocina, suele ser difícil de rastrear.
Estas cadenas de suministro son complejas, pero si se siguen hasta su punto de origen, con frecuencia se encuentran problemas sociales. Las personas que trabajan en estos eslabones suelen pertenecer al llamado sector informal, un espacio que rara vez es supervisado. Las condiciones laborales suelen ser precarias y muchos trabajadores carecen de beneficios básicos.
Estos trabajadores no piden mucho. El progreso, para ellos, puede significar algo tan simple como un bus que los lleve desde su alojamiento hasta la plantación, cantera o fábrica donde trabajan; o una cama, en lugar del suelo, para dormir. Pero sobre todo, lo que más desean es ser tratados con respeto: el mismo respeto con el que todos quisiéramos ser tratados.
Nuestro programa Respeto se basa en principios que buscan establecer un marco claro para trabajar con las empresas en temas de derechos humanos. Estos principios se aplican a las empresas con las que colaboramos, a sus proveedores directos e indirectos y subcontratistas, así como a todos los trabajadores —incluyendo trabajadores temporales, subcontratados y migrantes— en todos los lugares donde operan.
Adherimos a 10 principios que abarcan la prohibición del trabajo infantil, forzado o en condición de servidumbre; el uso de prácticas de reclutamiento éticas; la protección de la salud y seguridad de los trabajadores; la existencia de contratos laborales para todos; el cumplimiento legal de salarios y jornadas laborales; el respeto a la diversidad por parte de las empresas; la tolerancia cero al acoso y abuso; el acceso de todos los trabajadores a mecanismos de reparación judicial; condiciones de alojamiento seguras e higiénicas; y la libertad de todos los trabajadores para afiliarse a sindicatos.