El inicio de las operaciones empresariales es marcado, entre otros aspectos, por la identificación de los impactos ambientales, sociales, económicos – positivos o negativos que tendrá en el entorno. Usualmente comienza con un Plan de Manejo Ambiental con diferentes componentes, como la protección de recursos naturales, la salud y seguridad ocupacional y diagnósticos comunitarios que reflejan la situación actual del área de influencia. Y, es precisamente ese diagnóstico comunitario la primera oportunidad que tendremos de contactar a líderes, pobladores y autoridades para establecer una relación que será una a largo plazo.
Los Sistemas de Gestión Comunitaria (SGC) son el conjunto de procesos, metodologías y herramientas que utiliza la organización para planificar, implementar, monitorear y evaluar las acciones de relacionamiento con las comunidades de su área de influencia. La escala de la empresa determinará el nivel de complejidad del sistema —desde uno simple hasta uno más estructurado—; sin embargo, en todos los casos debe ser práctico, funcional y aplicable en el corto plazo. Las herramientas y procedimientos definidos en el Sistema se integran en los Planes de Gestión Comunitaria, orientando el trabajo del equipo y asegurando coherencia en las acciones. El Sistema constituye la guía fundamental del equipo de Relacionamiento Comunitario, pero debe ser también socializado con todo el personal de la empresa, empleando un lenguaje claro y no técnico. Aunque no todos los colaboradores participan directamente en las actividades comunitarias, es esencial que comprendan y se alineen con los principios del sistema. Esta alineación favorece el trabajo del equipo de relacionamiento, que actúa como puente entre la organización y los actores del territorio, fortaleciendo la confianza, la comunicación y la buena vecindad.
En Earthworm Foundation, creemos que las relaciones comunitarias son un pilar esencial para generar confianza, fomentar el diálogo y construir soluciones sostenibles. Un relacionamiento genuino con las comunidades no solo permite prevenir y gestionar conflictos, sino que también impulsa procesos de desarrollo local, fortalecimiento de capacidades y creación de valor compartido.
Cada contexto requiere un enfoque adaptado: los componentes del relacionamiento comunitario varían según las características del territorio, los objetivos empresariales, la naturaleza de la industria y el alcance definido para la colaboración con las comunidades. En todos los casos, el propósito es el mismo: trabajar juntos para transformar positivamente las realidades locales, promoviendo relaciones basadas en el respeto, la transparencia y la corresponsabilidad.
Dependiendo de la complejidad de la industria, el Sistema también puede incorporar componentes ambientales, laborales, de seguridad e higiene, así como de procesos.
Los proyectos que producen impactos socioambientales deben considerar que las consultas con los grupos de interés no se centrarán en una sola reunión, sino que se deben abrir espacios de diálogo previa con suficiente antelación a la instalación de las empresas y proyectos. Los grupos de interés necesitan conocer los riesgos, impactos, oportunidades, beneficios y medidas de mitigación o compensación que se implementarán. Los grupos de interés son una fuente valiosa de información primaria que será utilizada en la creación de diagnósticos, reportes de línea base o estados situacionales, según el momento en el que se realice. La información primaria se debe complementar con información censal, de planes de desarrollo o estrategias nacionales, que guíen a la empresa a conocer las principales necesidades comunitarias y armar planes de desarrollo comunitario en pro del área de influencia.
La recopilación de las inquietudes, preocupaciones, anhelos y expectativas de la población local es una herramienta para anticiparse a riesgos, pero también para establecer puntos comunes de cooperación y co-creación de iniciativas que mejoren la calidad de vida de la población local.
El fomentar relaciones comunitarias basadas en la transparencia, la participación y la cercanía es el camino para generar la buena vecindad y fortalecer lazos de beneficio mutuo. Al tener esto claro, el trabajo con las comunidades permitirá priorizar, planificar y ejecutar iniciativas que promueven el desarrollo local genuino.
Las relaciones comunitarias no deben verse como algo separado de la empresa, sino como una extensión natural de sus valores, políticas y compromiso con la ley. Más allá de cumplir con lo formal, se trata de ser parte activa de la vida del entorno.
Esto significa construir vínculos genuinos, donde empresa y comunidad se vean como aliados que se respetan y colaboran. Una convivencia así se refleja en los pequeños gestos: participar en un torneo de fútbol, compartir en un festival comunal, asistir a la inauguración del año escolar o simplemente tomarse un café con los vecinos. Todo esto dependerá de la proactividad, el compromiso y la disposición de la empresa y sus equipos para involucrarse y construir una conexión positiva con la comunidad, formando parte activa de su vida cotidiana.
En Earthworm Foundation, creemos que una buena vecindad es más que coexistir: es construir confianza, generar impactos duraderos y dejar una huella positiva en el territorio. Las relaciones sólidas con las comunidades fortalecen la reputación de las empresas, reducen brechas sociales y abren oportunidades de desarrollo compartido.
Por eso, nuestros equipos de campo acompañan a las empresas a lo largo de todo el ciclo del relacionamiento comunitario: desde el diagnóstico participativo y la planificación conjunta, hasta el monitoreo, la evaluación y la mejora continua. En cada etapa, promovemos procesos basados en la escucha activa, la transparencia y el compromiso con la mejora continua.
Te invitamos a que conozcas más de las soluciones que ofrecemos: www.earthworm.org